WASHINGTON -- When Sharon Koehler was taking secretarial classes in high school, no one taught her what to do if her boss broke the law.

But once she began working for a supervisor who, she says, lied, falsified time sheets and tried to trick people into taking drug tests, she quickly learned that loyalty had its limits. After confronting her boss repeatedly, losing lots of sleep and worrying about whether she was being a good secretary, she finally decided to quit.

"I realized that my values and ethics were totally clashing with this person I was working for," says Ms. Koehler, 36 years old, who now works as an administrative assistant for Zeneca Ag Products in Des Moines, Iowa. "When you get to the point where it clashes so much, you're not productive."

Secretaries everywhere routinely face a wide range of moral dilemmas that are rarely discussed in their training. Should they say their boss is out of the office when he's really sitting at his desk? Is it OK to fabricate the minutes of a meeting at the boss's request? What if the boss tells them to burn a file in his desk drawer if he dies? And what should they do if they see their boss stealing?

Some secretaries are supremely loyal, like Fawn Hall, who shredded documents for her boss, Lt. Colonel Oliver North. She later explained in court that her policy was "not to ask questions and just follow orders."

Others simply refuse to do what their bosses want. Nan DeMars, a former secretary who teaches ethics seminars and recently wrote a book on secretarial ethics called "You Want Me to Do What?," says she knows a Canadian secretary who defied her manager's request to line up call girls for visiting businessmen. The secretary worried she would lose her job but managed to keep it.

Ms. DeMars also cites a secretary in the Midwest who discovered her boss falsifying home addresses on payroll records so his cronies could pay lower taxes in a neighboring state. The woman decided to confront her boss, Ms. DeMars said, but after he ignored her complaints, she decided not to contact police. As a single mother with small children, she was too fearful of being fired. Instead, she started looking for another job and eventually left the company.

Sometimes, secretaries become whistle-blowers, getting the government to protect them from being fired, says Tom Devine of the Government Accountability Project in Washington, D.C., a whistle-blower support group. At the Three Mile Island nuclear power plant in Pennsylvania, a secretary with such protection exposed systematic violations of safety laws, he says. Another secretary in California with whistle-blower protection corroborated charges of contaminated-meat cover-ups, guiding investigators to critical evidence.

Many secretaries who don't witness massive wrongdoing are still bothered by bosses who commit petty crimes. Kathy Burroughs, an administrative assistant at Westinghouse Electric Co. in Idaho Falls, Idaho, says she was disturbed when a former boss requested nearly a dozen pairs of gloves on a purchase order and then gave them away as gifts. "At the level of management he was in, he could afford to buy anything," she says. When he offered her a pair, she says, she simply replied: "No, thank you."

Ms. DeMars, now president of Executary Services in Minneapolis, a secretarial search firm, counsels secretaries not to follow orders blindly. "My boss told me to do it" are "cop-out words," she says. One secretary notarized her boss's wife's automobile sales documents without witnessing the wife's signature and wound up being sued, Ms. DeMars said. It turned out the couple was in the midst of a bitter divorce and the wife had not sold the car, she says.

Secretaries' loyalty to their bosses should be their third priority, she says, after looking out for themselves and the well-being of their company. The easiest way to reject a boss's unseemly request, she says, is to say you're uncomfortable doing what has been suggested. Often, she says, "they'll back right off."

Some secretaries won't even tell a white lie for their boss. Narressa Ross Lee, 51, a staff assistant at Howard University Hospital in Washington, D.C., says that when a boss has asked her to tell people he's not in the office, she'll rephrase his request. "I say: Wait a minute. You want me to say you're not available?"

Usually, bosses will go along with that, she says, adding that sometimes executives ask secretaries to lie but "that's not what they mean."

For many secretaries, though, it's almost impossible to keep their bosses' activities confidential without lying. Geri Ronningen, executive assistant to the chairman of Despatch Industries, a Minneapolis manufacturer, says she sometimes tells nosy people pumping her for information: "It's my job not to talk about those things." When others boldly ask her to reveal gossip, she says she retorts: "That's a good question. Why don't you go and ask the chairman?"

Occasionally, she concedes, she simply breaks down and tells a white lie. "The biggest lie I make is to say 'I really don't know' when I do know," she says. "To say you don't know will make people go away."

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Traducción

¿DEBO  MENTIR POR MI JEFE?
por Rochelle Sharpre
 The Wall Street Journal Online
Trad. Connie Eastman

Washington - Cuando Sharon Koehler tomaba clases de secretariado en el colegio, nadie le enseñó cómo comportarse si su jefe rompía las leyes.ided to quit.

Pero una vez que comenzó a trabajar para un supervisor que, según ella, mentía, falsificaba las planillas de ausentismo y trataba de engañar a las personas para que se somentan a tests para ver si se drogaban, rápidamente comprendió que la lealtad tiene sus límites. Después de enfrentaral jefe repetidas veces, quedarse sin dormir y preocuparse sobre si era o no una buena secretaria, finalmente decidió presentar su renuncia.

"Me dí cuenta que mis valores y mi sentido ético chocaban con la persona para la que trabajaba", dice la Srta. Koeher, 36 años, quien ahora trabaja como asistente administrativa para Zeneca AG Productos en Des Moines, Iowa. "Cuando llegas al punto  de chocar tanto, una deja de ser productiva". 

En todos lados las secretarias enfrentan en gran medida una serie de dilemas morales que muy pocas veces se charlan durante su entrenamiento.  Deberían decir que el jefe no está cuando está en realidad sentado en su oficina? Esta bien fabricar las minutas de las reuniones a pedido del jefe? ¿Y si el jefe les pide que quemen un archivo de su cajón en caso de muerte? ¿Y qué deberían hacer si lo pescan robando al jefe?

Algunas secretarias son extremadamente leales, como Fawn Hall, que destruyó documentos para su jefe, el Teniente Coronel Oliver North. Luego explicó al tribunal que su poítica era "no cuestionar y simplemente obedecer las órdenes que recibía".

Otras simplemente se niegan a hacer lo que le piden los jefes.  Nan DeMars, una ex-secretaria que dicta seminarios de ética y recientemente escribió un libro sobre la ética de las secretarias que se llama "Quiere que yo haga qué?, dice conocer a una secretaria canadiense que desafío el pedido de su jefe de contratar "escorts" para empresarios visitantes.  La secretaria pensó que perdería su trabajo, pero logró mantenerlo.

La Srta. DeMars también cita a una secretaria del centroeste de los EEUU que descubrió que su jefe falsificaba domicilios en los recibos de sueldo par que sus amigos pagasen menos impuestos en un estado vecino. La mujer decidió enfrentar a su jefe, dijo DeMars, pero después de que él ignoró sus quejas, decidió contactar a la policía. Como era una mujer soltera con niños pequeños, tenía mucho miedo de ser despedida y comenzó a buscar otro trabajo y eventualmente se alejó de la empreesa.

A veces, las secretarias se convierten en soplonas, y consiguen que las autoridades las protegan de ser despedidas, dice Tom Devine del Proyecto de Responsabilidad del Gobierno en Washington, D.C., un grupo de apoyo de "soplones".  En la planta de energía Three Mile en Pensilvania, una secretaria con dicha proteción reveló violaciones sistemáticas a las reglas de seguridad.  Otra secretaria en California con esta protección del gobierno, corroboró acusasiones de encubrimientos de carne contaminada, guiando a los investigadores a evidencia crucial.

Muchas secretarias que no tienen la "oportunidad" de estar presentes cuando se comenten graves infracciones, siguen preocupadas al ver que sus jefes cometen ilícitos menores. Kathy Burroughs, una asistente administrativa de Westinghouse Electric Co. en Idaho Falls, Idaho, dice que no le gustó cuando su ex-jefe le pidió que agregue una docena de pares de guantes en la orden de compra para luego regalarlos.  "Tenía un nivel gerencial y podía haberlos comprado", dijo.  Cuando le ofreció un par, dijo simplemente "No, gracias".

DeMars, ahora presidente de Servicios Ejecutivos en Minneapolis, una consultora de secretarias, aconseja a las secretarias a desobeder cuando es necesario. "Mi jefe me dijo que lo haga" no vale ante la ley. Contó que una secretaria  certificó los documentos de venta del automóvil de la esposa del jefe sin ver la firma de la mujer y terminó siendo acusada. La pareja estaba en trámite de divorcio y la mujer no había vendido el auto.

Algunas secretarias se niegan a mentir en nombre del jefe aunque sea una tontería. Narressa Ross Lee, 51, secretaria asistente en un Hospital de Washington DC, dice que cuando un jefe le pide que diga que  no está en la oficina, le contesta: "Un momento. ¿Puedo decir que no se encuentra disponible?" 

Generalmente, los jefes se conforman con eso pero agrega que a veces los ejecutivos piden a las secretarias que mientan pero "que no era lo que querian decir".

Para muchas secretarias, sin embargo, es casi imposible mantener la confidencialidad de las actividades de sus jefes, sin mentir.  Geri Ronningen, la secretaria ejecutiva del Presidnete de Despatch Industries de Mineapolis, dice que a veces le dice a los comedidos que tratan de sacarle información: "No puedo hablar sobre estos temas. Es parte de mi trabajo". Cuando le piden abiertamente que revele algún chisme, les contesta: "Es una buena pregunta. ¿Por qué no se la hace al Presidente?" 

De vez en cuando, sin embargo, se cansa y dice alguna mentira inocente. Dice que su peor mentira es decir "Sinceramente no lo sé" cuando sí lo sabe.  La gente se va cuando una dice no saber